Este es un escrito de el alumno Vadim Yañez Perez Castañeda de 4to semestre de la materia "Laboratorio de Liderazgo.
El mundo se ha globalizado.
Siempre habrá rasgos culturales endémicos de cada grupo y que marquen su
identidad. Sin embargo cada vez hay más rasgos culturales que se integran a esa
cultura universal de la que todos somos parte. Quizás la más universal de todas
las expresiones culturales es el deporte. No existe un solo lugar de la tierra
al cual no haya llegado este fenómeno, no existe un solo grupo étnico que no
tenga arraigada a su identidad alguna práctica deportiva. No existe una sola
esfera de la sociedad moderna que no esté relaciona en menor o mayor medida con
el deporte, pues sus aristas llegan a todos los ámbitos. Como atletas,
entrenadores y trabajadores del deporte en general o como espectadores o
simplemente como vecinos de este fenómeno con el cual convivimos y que ya forma
parte de nuestra cotidianidad.
Sin duda alguna el deporte es un
fenómeno universal de enorme importancia en la conformación del pensamiento
moderno.
El deporte está a la vista de la
mayoría y es la atención de muchos. Los atletas son el referente y el ejemplo
de niños y adultos, más que representar a un equipo o a sí mismos, representan
los sueños, ilusiones y esperanzas de quienes lo siguen. Pero sobre todo
representan y son la prueba viviente de la superación humana. Es difícil llevar
a cuestas semejante responsabilidad consigo mismo y con los demás. Es por eso
que la vida y el pensamiento de quienes están
relacionados al deporte de manera más íntima lleva intrínsecos infinidad de
hábitos que son también intrínsecos de los ideales deportivos y olímpicos, y
que como un motor impulsor les permite seguir su camino abriéndose paso cuesta
arriba, pues precisamente cuesta arriba es el camino más difícil pero el único para
llegar a la cima. Es justamente en este punto, cuando comienzan las
adversidades del camino trazado, en el
que comienzan a aflorar estos hábitos del pensamiento.
Comenzar con el fin en la mente.
¿Cómo pretendemos iniciar un recorrido si no sabemos a dónde queremos llegar?
Se requiere de una absoluta convicción de querer llegar a la cima para
emprender y transitar semejante camino. Se requiere mantener siempre a la vista
la meta, por eso el atleta coquetea con ella en cada entrenamiento, la
vislumbra aunque no la alcance aun, sabe que está ahí y que pronto la
alcanzara. Eso hacen sus entrenadores
¿Y de dónde nace esa convicción,
esa certeza de lo que se quiere? Del entrenamiento y el trabajo diario, del
esfuerzo que le ha permitido ir alcanzando logros que poco a poco se van
acumulando y que le ha ido grabando en su pensamiento esa consigna que impulsa
a los triunfadores, “soy la fuerza y el capitán de mi vida, si quiero, puedo”.
El atleta cae inevitablemente pero al día siguiente se levanta, porque forma
parte del proceso de enseñanza y asi lo favorece su entrenador. Este atleta es
proactivo pues fue conducido a triunfar sobre su fracaso parcial.
Pero no es tan fácil, no basta
con ser proactivo, y querer para poder. Es necesario detenerse a afilar la
sierra. Hay que pulir y alistar nuestras herramientas para enfrentar los retos
típicos del deporte hacia la cima. y que es el proceso de enseñanza sino la
adquisición de esas herramientas tan necesarias, que es el proceso de
entrenamiento sino la maximización de esas herramientas, llámese sierra o
martillo, o conocimientos, destrezas, habilidades, capacidades.
Pero esto no es solo valido para
el ámbito deportivo, se aplica a todos los aspectos de la vida de los atletas
pues también necesitan prepararse, entrenarse para superar todos los desafíos
que tendrán a lo largo de la vida en su camino hacia la cima. Estudiar,
trabajar, cultivar su intelecto y su carácter es también afilar la sierra.
Los entrenadores en ocasiones
solemos cometer el error de ver en el atleta únicamente a un atleta, cuando en realidad hay mucho más
detrás de la persona que solamente el deportista. Y este suele cargar además de
con las situaciones de un comunes en un deportista, con todos los problemas que se le pudieran presentar a cualquier
persona del mundo en su vida cotidiana. Es común ver a atletas agobiados por
esto, lo cual es comprensible aunque posean los mejores hábitos para el éxito,
pues no son máquinas de ganar medallas. Sin embargo cuando un atleta comprende cuál
es su rol y su función en el momento en el que está viviendo, cuando se
identifica a si mismo como un atleta vislumbra su meta, fácilmente establece
prioridades y se ve obligado a asumir que lo primero es lo primero, lo primero
es cumplir con el rol que lo identifica, ser un atleta y prepararse para la
gloria deportiva.
¿Pero que lo obliga a tomar esta
actitud? No es el entrenador, ni sus compañeros de equipo, ni su familia, ni
nada externo a su propio ser. Lo obliga sus propias aspiraciones, su sed de
triunfo y superación personal, superación física y mental. En este punto el
entrenador es un motivador por excelencia que lo guía y lo ayuda a enfocarse de
la mejor manera en sus objetivos trazados
Es imposible entender el deporte
sin sinergia. No importa si es individual o por equipos, el deporte es una
actividad grupal, integradora, promotora de la sinergia entre sus practicantes.
Alrededor de un atleta siempre hay un equipo de trabajo. Entrenadores,
psicólogos, fisiatras, nutriólogos, compañeros de equipo etc. La misma
actividad de sus funciones obliga a la sinergia, no necesitan ser amigos, solo
trabajar en conjunto. Los atletas son competivos y es común también ver
pequeñas rivalidades entre compañeros de equipo, rivalidades que muchas veces
usan como motivadores personales contra la rutina del entrenamiento diario.
Pero ese mismo entrenamiento diario año tras año les ha enseñado a trabajar en
sinergia y eso unido a todas los demás hábitos se antepone a cualquier cosa que
obstaculice el éxito. El atleta se siente realizado cuando su desempeño táctico
permite que un compañero anote y viceversa, el atleta se siente realizado
cuando el planteamiento estratégico de su entrenador le permite vencer y
viceversa. Si, el deporte inculca sinergia en sus practicantes.
El deporte no es solo un promotor
natural de estos valores y hábitos que extrapolan la esfera deportiva sino que
también los exige como requisito para su práctica al más alto nivel. A nosotros
como entrenadores, nos toca comprenderlos a plenitud y aplicarlos en nosotros
mismos para entonces poder transmitirlos de la mejor manera, a través del
ejemplo y de la práctica sistemática de los mismos en cada sesión de
entrenamiento, en cada competencia, en cada prueba. Para seguir escalando la
cima hasta ganar - ganar